Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Miércoles XXIX del Tiempo Ordinario. Lucas 12, 39-48
Nuevamente, Jesús nos invita a tener la actitud de la vigilancia.
Nuestra vida es frágil. Muy frágil.
Me admira cuando contemplo la actitud de los emigrantes: son muy capaces de echarse al vacío (¡cómo estarán en sus países de origen!).
Nosotros, que tenemos todo, tenemos también una gran actitud de inseguridad. Buscamos seguridad donde sea.
Hoy Jesús nos convoca a poner nuestra seguridad en Dios, a cuidar de lo importante para que no entre el ladrón, y todo lo desbarate. Un gran reto de fe.
Caminamos entre inseguridades; nuestra vida no está exenta de miedos y contradicciones, de riesgos y amenazas. Hoy el Señor nos propone poner en Él nuestro corazón. No nos va a resolver los problemas, cierto. Pero si nos puede dar paz para vivirlos.
Jesús es Aquel que vive esta vigilancia: pone su ser y su persona en el Padre. Con miedo, con angustia. Pero pone su ser en las manos del Padre. Y está vigilante: sabe descubrir la Presencia en mitad de su vida, descubre a Dios en aquellos que le rodean.
Contemplemos hoy al Señor, pidamos que nuestra vida sea semejante a la suya: estar vigilantes, apoyándonos en la Presencia del Padre en nuestra historia.
José Luis, vuestro Párroco