Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Jueves XXX del Tiempo Ordinario. Lucas 13, 31-35
Jesús convoca hoy a Jerusalén. Dice su nombre de una forma entrañable y llena de dolor: «Jerusalén, Jerusalén…».
Hay debajo de esta invocación un dolor enorme, y a la vez un indescriptible cariño. Se queja porque la amada no le escucha. Jerusalén no quiere oír la voz del enamorado.
Y continua: «cuántas veces he querido reunir a tus hijos bajo mis alas».
Este Evangelio nos llama a saborear el amor de Dios en esa forma de queja dolorida, pero no exenta de amor: el Enamorado que desea ser amado y no lo es, pero no deja de amar.
Este es nuestro Dios: Aquel que no deja de amarnos aunque le cerremos las puertas, que nos pide que le respondamos con y desde el amor.
Podemos hoy cambiar el nombre de la ciudad, y poner el nuestro, el de cada uno, y sentir como Dios nos convoca a dejarnos amar por Él.
Pidámosle capacidad para responder así: respondiendo con apertura y amor a Aquel que no hace otra cosa que amar, que amarnos, que amarte a ti y a mi.
José Luis, vuestro Párroco