«¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!». Son las primeras palabras que Karol Wojtyla pronunció al mundo recién elegido Papa, en 1978; la primera exhortación, la que alerta contra el miedo, está grabada en el relicario de la catedral de la Almudena que contiene una ampolla con su sangre. En este mes, cuando la Iglesia celebra el día de san Juan Pablo II, recordamos que tenemos en la Catedral de Madrid una importante reliquia de este Papa santo, su sangre, para poder venerarla.
El de la catedral de la Almudena es uno de los al menos cinco relicarios que hay con sangre del Papa en el mundo. Llegó a Madrid para la JMJ de agosto 2011 de manos del cardenal Dziwisz, su fiel secretario, quien meses antes, en la beatificación, había explicado: «La sangre fue tomada por los médicos con el fin de analizarla el 2 de abril de 2005, el mismo día de su muerte. Navarro Valls me informó de la posibilidad de pedir a los médicos, que habían realizado la extracción, la ampolla de la sangre del Santo Padre para conservar así viva su memoria. Los médicos, con mucha gentileza y benevolencia, me entregaron dos ampollas. Hasta hoy la sangre no se ha coagulado y mantiene su propio color natural». Los otros cuatro relicarios fueron preparados para la basílica de san Pedro, la catedral de Cracovia, la casa natal del Papa y uno destinado a envíos ocasionales adonde se requiriera.
La reliquia se quedó situada en la parte izquierda del altar de la Virgen, junto a la sacristía menor, donde se encuentra en una hornacina presidida por una imagen de bronce del Papa tallada por Juan de Ávalos. El relicario tiene forma de Evangelio abierto –como el que se depositó encima de su féretro– y en él, además de la ampolla con la sangre y esas primeras palabras de san Juan Pablo II, está labrado su escudo papal y la imagen de sus manos agarrando la cruz pastoral.