Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Martes de la semana III del Tiempo de Adviento. Ciclo A.
Lecturas: Mt 21, 28-32.
El mensaje de hoy está claro: no cuentan las palabras, sino las obras, los hechos de conversión y de fe. Jesús dirige este mensaje a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo de Israel, los expertos en religión. En un primer momento, dicen “sí” a la voluntad de Dios. Pero su religiosidad se convierte en rutina, y Dios ya no los inquieta. Por eso perciben el mensaje de Juan el Bautista y de Jesús como una molestia.
Traducido al lenguaje de nuestro tiempo, esta afirmación podría sonar así: los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios; los que sufren, y los que desean un corazón puro, una mayor y auténtica coherencia, están más cerca del Reino de Dios que los fieles rutinarios, que vemos en la Iglesia solo un sistema, sin que nuestro corazón quede tocado por la fe.
Hoy podemos descubrir a Jesús como aquella persona que se deja transformar o tocar por su relación con el Padre. Por tanto, ¿cómo es mi relación personal con Dios?
Pidámosle que aprendamos de Él.
José Luis, vuestro Párroco
