La Solemnidad de JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO, cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado sobre el misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios. Es esta una fiesta que tiene perfecto sentido porque en ella y con ella queremos decirle a Cristo que Él es nuestro rey.
La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el día 11 de diciembre de 1925 a través de su encíclica “Quas Primas” en el XVI centenario del primer Concilio Ecuménico de Nicea (año 325) el cual definió y proclamó el dogma de la consubstancialidad (de la misma sustancia) del Hijo Unigénito (engendrado no creado) con el Padre, además de incluir las palabras “…y su reino no tendrá fin”, en el Credo Apostólico, promulgando así la real dignidad de Cristo.
«Si, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»(Jn 18, 37)
El reinado de Cristo es muy diferente del de los reyes de la tierra:
Cristo reina desde la cruz que es el trono real de Cristo porque Él se convierte en rey del universo al entregar su vida por la salvación de todos.
Nuestro Señor ha venido a este mundo, no para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.
Es un reino de justicia y santidad, un reino de verdad y de vida, un reino de amor y de paz.
Tener a Cristo como rey de todos y cada uno de nosotros, significa que en nuestra vida tratamos de encarnar su reino:
Nos llama a ser servidores de Dios y de los demás.
A hacer de nuestra vida aquí en la tierra una vida de santidad.
A vivir desde la verdad, desde la verdad de Dios que nos hará libres.
Pertenecer al reino de Cristo y querer que Él sea nuestro rey es un estilo de vivir. Él, inaugura en su vida un reino de amor y de paz, que nosotros hemos de vivir también desde hoy siguiendo en todo momento sus huellas, siendo testigos de la Verdad que es Él y amando a Dios y a los hermanos como Él lo hizo.