Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo III del Tiempo de Adviento. Ciclo B.
Isaías 61, 1-2a. 10-11 / Lucas 1, 46-54 / 1 Tesalonicenses 5, 16-24 / Juan 1, 6-8. 19-28
Juan, un gran hombre y un gran líder, aclara muy buen cuál es su misión y quién es él: una voz que llama e invita a la conversión, a prepararnos a acoger al Señor que viene.
¿A qué viene el Señor? Isaías lo presenta muy bien: es el hombre lleno de Espíritu que viene a traer la salvación… pero para hacer posible esa salvación, continua el profeta, ese hombre, esa persona, Jesús en este caso, ha de vivir abierta al Espíritu, encontrar en Él la vida, la fuerza, la paz, sentirse embargado por el Señor que le envuelve como un manto de triunfo.
Jesús es aquel que como un novio o novia se deja amar por el amante, por el Dios que ama. El Hijo de Dios que nos presenta al Padre, Dios Amor. Llamados a ser como Él. Embargados por ese tremendo amor.
Y este Dios Amor hace posible, como dirá también el profeta, que brote la vida como un campo sembrado y un jardín cuidado.
La alegría auténtica, hoy es el domingo de la alegría, es encontrar la vida en Dios, en un Dios que nunca nos va a abandonar, y que nos llena de vida. Es vivir honda y mansamente la experiencia que brota de nuestro encuentro con Dios.
Preguntan a Juan qué dice de si mismo. Y sus palabras lejos de menospreciarse a él mismo, son muy claras: soy la voz. Sabe muy bien lo que significa para mucha gente que le busca, pero no ocupa un lugar que no le corresponde. Esa persona ya viene. Él le anuncia y, como dice San Pablo hoy, se guarda de toda forma de maldad o vanagloria. Porque él también, como tantos a quienes invita, desea acoger al que viene.
Hoy podríamos leer despacio a Isaías y a San Pablo, y pedirle al Señor que seamos como el Bautista, que realmente le acojamos en nosotros.
José Luis, vuestro Párroco