Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Viernes III del Tiempo de Adviento. Mateo 1, 18-24
Genial este relato evangélico acerca de la apertura de José, el hombre que cambia radicalmente de vida para ser fiel a lo propuesto por Dios.
Aunque ya antes de actuar así, este hombre bueno, dejando atrás su orgullo de varón judío, pensaba como no dañar a su esposa. Antes de la actuación digamos que radical, ya antes, es un hombre abierto a Dios.
Me gustaría hoy quedarme en una frase que casi no tiene importancia: acogió en casa a su mujer.
Somos llamados a ser como este buen hombre: ¿estamos dispuestos a acoger en casa lo enviado por Dios?¿ estamos dispuestos a acoger en nuestra persona a Dios mismo?
Él está en nosotros, como San Agustín, podíamos entrar en nuestro interior, descubrirle y verle, más allá de los ojos de la carne, y estar con Él. Esto es acoger a nuestro Dios. Como hizo José con María. Esto es estar abierto a Dios.
José Luis, vuestro Párroco