Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Jueves semana III del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Mc 4, 21-25
Podríamos pensar que se trata de un texto con cierta inclinación a la moral: «tratad a los demás como queréis que os traten». Y es cierto. No hay mejor norma moral.
Me gustaría aquí descubrir cómo Jesús se nos revela: ¿quién es Aquel que trata a los demás desde el amor y la entrega?
Creo que nuestro comportamiento, o mejor dicho, nuestra forma de ser en el mundo y con los demás, no puede venir desde unas leyes ni desde la voluntad propia (el puro voluntarismo). Para los creyentes, creo, nuestro comportamiento debe tener su raíz en el encuentro con el Señor.
Descubrir los sentimientos del Maestro, vivir unidos a Él, dejar que nos calen hondamente, es el fundamento de nuestro actuar. Desde luego que sí esta es la medida que utilizamos con los demás, no tenemos que temer.
Dice el texto que Él puede ser nuestra luz, la luz que nos ilumina. Más allá de una figura metafórica, realmente el encuentro con el Señor puede darnos a conocer quién somos realmente, e ir transformando nuestros criterios a semejanza de sus sentimientos. Si nos dejamos amar por Él que es puro amor, puede brotar en nosotros el amor, y dejar que este sea el motor de nuestra vida.
Leamos hoy este Evangelio, contemplemos a Jesús, pidámosle que habite en nosotros, y sea nuestra medida, nuestro criterio, para vivir.
José Luis, vuestro Párroco