Juan Marcos era su nombre completo. Bien conocido por el historiador Lucas y a través de sus afirmaciones, desparramadas en su obra llamada Hechos de los Apóstoles y completadas con las que están en el tercer Evangelio, es posible reconstruir varios aspectos muy interesantes de la vida de Marcos.
Era hijo de una tal María que algunos, jugando con pasajes neotestamentarios, la hacen dueña de la casa donde se celebró la última cena y de aquella otra que sirvió de primer refugio de Pedro cuando en ángel lo libró de la prisión en Jerusalén.
A Marcos se le identifica con el joven que, la noche del prendimiento de Jesús en Getsemaní, salió huyendo desnudo después de haber dejado la sábana que lo cubría en manos de los que intentaban prenderlo.
Quizá fue bautizado por Pedro. Era judío temeroso de Dios, judío cumplidor fiel y buen conocedor de la Ley y los Profetas. Probablemente era uno de los muchos que se habían helenizado por su contacto con el mundo griego; el segundo nombre grecorromano de Marcos unido al primero genuinamente hebreo de Juan, junto con su parentesco con el chipriota Bernabé, apoya esta posibilidad. Y quizá estas dos cualidades hicieron que los Apóstoles se fijaran en él y lo tomaran como uno de sus principales colaboradores a la hora de ponerse a predicar el Evangelio para cumplir el encargo de Jesús.
De hecho es compañero de Pablo y Bernabé en el primer viaje apostólico a Chipre y Asia Menor; pero abandonó aquel cometido en Perge de Panfilia, sin que se conozcan con certeza los motivos –algunos apuntan que tomó la decisión por miedo, cuando vio las dificultades anejas a la predicación– y sin atender a razones. Este abandono fue el motivo por el que Pablo rechazara su compañía y discutiera con Bernabé al organizar el segundo viaje de predicador, haciéndose acompañar por Silas para dirigirse a Asia, mientras que Bernabé tomó consigo a su primo Juan Marcos, marchando a Chipre.
Marcos debió de trasladarse a Roma, donde fue compañero y ayudante de Pedro, en la década del 50 al 60; como asiduo oyente de la primitiva catequesis petrina, puso por escrito lo que escuchó tantas y tantas veces al primer papa, que era infatigable a la hora de dar a los romanos testimonio de Cristo resucitado, hasta el punto de que el obispo de Hierápolis, Papías, junto con san Ireneo, lo llaman «intérprete de Pedro» para dar a entender que lo escrito por Marcos en el segundo Evangelio no es de cosecha propia, sino la genuina predicación del primero de los Apóstoles. ¿Será esta la razón por la que los notarios le hayan tomado por patrono?
Marcos está en Roma en torno al año 62, porque cuando Pablo escribió su carta a los colosenses les manda saludos en su nombre, y en la carta a Filemón anuncia la posibilidad de la próxima marcha de Marcos a Colosas. Se ve que el disgusto primero había dado paso a la reconciliación y a la confianza.
En el año 67 reside en Éfeso; Pablo está preso y soporta las penalidades de su segunda cautividad, escribe la última carta a Timoteo pidiéndole que, cuando vaya a Roma, se haga acompañar por Marcos porque echa muy de menos sus servicios.
Se le atribuye la fundación de la Iglesia de Alejandría, y Simón Metafraste cuenta que allí lo martirizaron en la fiesta de la diosa Serápidis o Farmuti, coincidente aquel año con la de la Pascua cristiana; dice que los paganos egipcios se enfurecieron porque los éxitos que iba consiguiendo el evangelista con su predicación vaciaban los templos nacionales.
Las reliquias del santo, que sin ser Apóstol perteneció al círculo de los primeros discípulos del Maestro, llegaron a Venecia en el año 828; los venecianos lo tomaron por Patrono y levantaron una iglesia para albergar su cuerpo entre el 828 y el 832; en el 1063 comenzaron la construcción de la basílica actual, que, con sus arcos de medio punto y sus cinco cúpulas, está claramente influenciada por el estilo arquitectónico bizantino del período medio o comneno.