Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo de la Solemnidad de la Ascensión del Señor.
Lecturas: Hch 1, 1-11, Sal 46, Ef 1, 17-23, Mc 16, 15-20
Dado lo que hoy sabemos, no podemos mantener el sentido clásico de esta fiesta: ¿ dónde están los cielos? ¿Jesús asciende, a donde? ¿tiene el Padre derecha e izquierda?
Creo que esta fiesta tiene mucho que aportarnos: los evangelistas, al igual que el mismo Pablo, nos quieren presentar a un Jesús totalmente glorificado, pero a la vez totalmente encarnado en nosotros. El Señor en la gloria, junto al Padre, en el Misterio de Amor que es Dios, y a la vez presente en el interior de toda nuestra vida, en todo nuestro ser. Dios trascendente y Dios inmanente. Un Misterio excepcional, inabarcable para nuestra mente. Dios dentro y fuera.
Este mismo Dios tan alucinante, nos encomienda su misma tarea: trabajar porque este mundo sea lo más parecido posible a su proyecto de la creación, lo más semejante al Reino.
A la vez, contemplar esta fiesta es contemplar nuestro futuro: sentir que somos llamados a la plenitud junto a y con Dios.
Vamos a saborear estos textos despacio. Y a sentir cerca ese Misterio de amor que es nuestro Dios.
José Luis, vuestro Párroco