Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo semana XIII del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Sab 1, 13-15; 2, 23-25, Sal 29., 2 Cor 8, 7.9.13-15, Mc 5, 21-43
Creo que el gran mensaje de este domingo es reconocer al Señor como el Dios de la Vida.
El libro de la Sabiduría es clarísimo: Dios no ha creado la muerte ni se recrea en ella.
El Evangelio también: Jesús acoge a Jairo, le acompaña, en mitad de un gentío que le oprime, nota la presencia de una persona que le busca, también la acoge y le da consuelo, y al final ante la aparente muerte y el escándalo de los plañideros, busca serenidad y levanta de la muerte a la niña. Una actuación llena de vida para con los demás.
Hoy invitaría a visualizar el rostro y los gestos de Jesús: ante Jairo, ante la mujer, ante la niña. Sentir que esos gestos hoy nos los hace a cada uno de nosotros: nos acoge, nos acompaña, nos comprende, nos toma de la mano…y nos repite «no temas, estoy contigo».
San Pablo da a Dios gracias por la respuesta de los corintios: comparten su vida, igual que el Señor. Han dejado entrar al Maestro en su existir. Y así se comportan. Sienten al Dios de la Vida en ellos.
A esto nos llama hoy el Señor: a dejarle entrar en nuestra vida, a ser conscientes de su presencia en nuestro ser, y a dejarle ser en nosotros. En definitiva, sentir al Dios de la Vida en nuestra persona. Nos da vida y nos empuja a sembrar vida donde estemos.
Estemos con Él.
José Luis, vuestro Párroco