Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Martes semana XVIII del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Mt 15, 22-36.
Me gustaría de este pasaje evangélico resaltar hoy dos detalles que nos pueden ayudar: por un lado, se nos presenta a Jesús como un hombre de oración: subió a la montaña y llegada la noche, estaba allí Él solo: la montaña, el monte, cualquier pequeña o gran altura, son para el mundo bíblico lugares de encuentro con Dios. Después del episodio de la multiplicación de los panes, Jesús deja todo tipo de triunfalismo, y se marcha al encuentro con el Padre.
El otro detalle es la admiración de Pedro y los discípulos: ante la tempestad calmada y la imposibilidad de «caminar sobre el agua», los discípulos admiran quién es el Maestro: «Señor, sálvame».
Hoy este Evangelio nos llama a contemplar al Señor: solo Él es capaz de calmar nuestras tempestades (las tenemos), y de llevarnos al encuentro con el Padre, la fuente de la vida.
Podemos contemplar este Evangelio, contemplar al Señor, e introducirlo en nuestro ser (ya está); pedirle que nos salve, que nos lleve al Padre, que introduzca su paz y presencia en nuestra vida: «Señor, sálvanos».
José Luis, vuestro Párroco