Los Papas y el rosario (2)

SAN PABLO VI
Escribió una Exhortación Apostólica sobre el culto a la Virgen Santísima.
Nos dice: ” Se ha sentido también con mayor urgencia la necesidad de recalcar, al mismo tiempo que el valor del elemento laudatorio y  del deprecatorio, la importancia de otro elemento esencial al Rosario: la contemplación. Sin ésta el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas… Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezcan en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del Corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza”.

SAN JUAN PABLO II
Escribió una Carta Apostólica, promulgada el 16 de octubre de 2002, sobre la riqueza del rosario donde incorporó los “Misterios Luminosos” que consideran la vida pública de Nuestro Señor Jesucristo.
Nos dice: “Recorrer con la Virgen las escenas del Rosario es como ir a la “escuela” de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje… Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias”.

BENEDICTO XVI
Ha dedicado numerosos discursos, ángelus, homilías…. al Santo Rosario.
Nos dice: “el Rosario no se contrapone a la meditación de la Palabra de Dios y a la oración litúrgica; es más, constituye un complemento natural e ideal, en particular como preparación y como acción de gracias a la celebración eucarística. Contemplamos al Cristo encontrado en el Evangelio y en el Sacramento en los diferentes momentos de su vida gracias a los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. En la escuela de la Madre, aprendemos así a conformarnos con su Hijo divino y a anunciarlo con nuestra misma vida. Si la Eucaristía es para el cristiano el centro de la jornada, el Rosario contribuye de manera privilegiada a dilatar la comunión con Cristo, y educa a vivir manteniendo fija en Él la mirada del corazón para irradiar sobre todos y sobre todo su amor misericordioso”.

FRANCISCO
El rosario está presente en numerosas palabras escritas y proclamadas. En 2014 escribe: “El Rosario es la oración que acompaña siempre mi vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”
“Queridos jóvenes, cultiven la devoción a la Madre de Dios con el rezo cotidiano del Rosario; queridos enfermos, sientan la cercanía de María de Nazaret, en especial en la hora de cruz; y ustedes, queridos recién casados, récenle para que nunca falte en su hogar el amor y el respeto recíproco”

En 2015 proclama esta oración, que proponemos a  quien quiera unirse:

        Virgen del Santo Rosario, Madre del Redentor,
        mujer de nuestra tierra encumbrada por encima de los cielos,
        humilde sierva del Señor, proclamada Reina del mundo,
        desde lo profundo de nuestras miserias recurrimos a ti.

Con confianza de hijos miramos tu rostro dulcísimo.
Coronada con doce estrellas, tú nos llevas al misterio del Padre,
tú resplandeces de Espíritu Santo, tú nos donas a tu Niño divino, Jesús,
nuestra esperanza, única salvación del mundo.

Brindándonos tu Rosario, tú nos invitas a contemplar su Rostro.
Tú nos abres su corazón, abismo de alegría y de dolor, de luz y de gloria,
misterio del Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros.
A tus pies sobre las huellas de los santos, nos sentimos familia de Dios.
Madre y modelo de la Iglesia , tú eres guía y sostén seguro.

Haz que seamos un corazón solo y un alma sola,
pueblo fuerte en camino hacia la patria del cielo .

Te entregamos nuestras miserias, los tantos caminos del odio y de la sangre,
las mil antiguas y nuevas pobrezas y sobre todo nuestro pecado.

A ti nos encomendamos, Madre de misericordia: obtennos el perdón de Dios,
ayúdanos a construir un mundo según tu corazón.
¡Oh Rosario bendito de María!, cadena dulce que nos anuda a Dios,
cadena de amor que nos hace hermanos, no te dejaremos jamás.

         En nuestras manos serás arma de paz y de perdón, estrella de nuestro camino.
         Y nuestro beso a ti, en nuestro último respiro, nos sumergirá en una ola de luz,
         en la visión de la Madre amada y del Hijo divino,
         anhelo de alegría de nuestro corazón con el Padre y el Espíritu Santo.  Amén.