Santa Maravillas de Jesús (11 diciembre)

aravillas Pidal y Chico de Guzmán nace en Madrid el 4 de noviembre de 1891, en una familia con hondas raíces cristianas. Era hija de los marqueses de Pidal. Siempre se distinguieron por sus gestiones en favor de la Iglesia y de las Órdenes religiosas.

Maravillas estaba dotada de inteligencia superior, firme voluntad, decisión y coraje, unidos a un carácter expansivo y alegre, y singular bondad de corazón. Con solo cinco años, decidió consagrar su virginidad a Dios, y así lo hizo ante un altarcito de la Virgen preparado por ella misma.

Leía asiduamente las obras de santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz y así decidió consagrarse a Dios en el monasterio de Carmelitas Descalzas de El Escorial (Madrid). Larga fue la espera para obtener el consentimiento pero por fin ingresó el 12 de octubre de 1919, recibiendo el nombre de Maravillas de Jesús. El motivo que llevó a Maravillas al Carmelo fue el amor a Cristo, sus deseos de imitarle. Amaba también intensamente a la Santísima Virgen, y así escribió: «Uno de los motivos que me inclinaron al Carmelo fue el ser por excelencia la Orden de la Virgen».

No es todavía profesa solemne cuando el Señor le pide la fundación de un Carmelo en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de España, donde se había levantado un monumento al Sagrado Corazón y se había consagrado a Él la nación el 30 de mayo de 1919, por el rey Alfonso XIII. El 19 de mayo de 1924, la Hermana Maravillas y otras tres monjas de El Escorial se instalaban en una casa provisional del pueblo de Getafe para atender desde allí la edificación del convento. En junio de 1926, con solo treinta y cuatro años, fue nombrada priora de la comunidad. Pocos meses después, el 31 de octubre, se inauguraba el monasterio en el Cerro de los Ángeles.

En 1931 se proclamó en España la segunda República, y a partir de ahí se produjo una creciente persecución religiosa. En 1933 aceptó la fundación de un Carmelo en Kottayam (India), y envió allí a ocho de sus monjas. A ella, que ansiaba ir, no se lo permitieron sus superiores. De este monasterio salieron más tarde nuevas fundaciones, en las que numerosas vocaciones florecieron.

En julio de 1936 las carmelitas del Cerro, expulsadas de su convento, marcharon a Madrid, donde se instalaron clandestinamente en un piso. Fueron catorce meses de sacrificios y privaciones indecibles, de registros y de amenazas. La santa consiguió salir de Madrid con toda la comunidad, hasta llegar al antiguo y abandonado «desierto» de la Orden del Carmelo en las Batuecas (Salamanca). El 4 de marzo de 1939 salió de Batuecas con un grupo de monjas a recuperar el convento del Cerro, que había quedado completamente destruido.

Santa Maravillas trabajó incansablemente por extender la Orden del Carmen, sin ahorrar esfuerzos ni sacrificios para abrir nuevas «Casas de la Virgen», impulsada por el deseo de llevar almas al Señor. A los Carmelos del Cerro, Kottayam y Batuecas, se sucedieron ocho conventos más, y además fueron restaurados por ella el Monasterio de La Encarnación de Ávila y el Carmelo de El Escorial.

En 1961 funda el Carmelo de La Aldehuela, a catorce kilómetros de Madrid, donde había existido hasta hacía pocos años un monasterio cisterciense. En él vivirá la Madre retirada hasta su muerte.

Santa Maravillas no se olvida de las necesidades de sus hermanos de afuera. No hay preocupación material o espiritual que llegue a su noticia que no procure atender, así es como se dará la paradoja de que una monja de clausura, y sin salir de ella, solucionará tantas necesidades. Desde su Carmelo de La Aldehuela realiza una importante labor social. Hace construir dieciséis viviendas prefabricadas para otras tantas familias que vivían en chabolas. Promueve la construcción de una barriada de doscientas viviendas; hace edificar una iglesia y un colegio; sostiene vocaciones sacerdotales, procurándoles los indispensables medios económicos; hace una fundación benéfica para ayudar a las carmelitas enfermas; compra una casa en Madrid para alojar a las que tuvieran necesidad de permanecer en la capital por tratamiento médico; y por fin, ofrece su ayuda al Instituto Claune en la edificación de una clínica para religiosas de clausura.

Amó intensamente a su Orden del Carmelo y la ayudó cuanto pudo, con gran generosidad. Aparte de recuperar lugares teresianos como Batuecas, Duruelo y Mancera, y de la construcción del convento de Talavera de la Reina (Toledo) para los padres carmelitas descalzos, la santa ayudó económicamente en la construcción del Teologado de Salamanca, el Colegio Apostólico de Medina del Campo, las misiones carmelitanas a través de la «Obra Máxima»…

La Madre Maravillas no fundó nada nuevo ni enseñó una manera de vida propia, sino la recibida de sus Santos Padres, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, que ella había asimilado tan perfectamente. Consideraba un verdadero tesoro la vida que sus Santos Padres habían legado, y procuró, con todas sus fuerzas, mantener esta herencia. Con este objeto, siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II, que aconseja la formación de uniones o asociaciones como medio de ayuda entre los monasterios de vida contemplativa, en 1972 la Madre obtuvo de la Santa Sede y de la Orden la aprobación de la «Asociación de Santa Teresa».

Cuantos la trataron la definen diciendo que se veía a Dios en ella. Su persona y su presencia irradiaban paz. Siempre fue sencillísima y afable con todos.

Pasa los trece últimos años de su vida en el Carmelo de La Aldehuela donde muere 11 de diciembre de 1974 a los ochenta y tres años de edad. Las gracias que acompañaron su muerte revelaron la santidad de su vida. Muy pronto se extendió por todo el mundo su fama de santidad. En 1981, ante la petición de innumerables personas, sus restos se trasladaron a la iglesia del convento.

El 17 de diciembre de 1996, la Congregación para las Causas de los Santos emanaba el Decreto de Virtudes Heroicas; y el 18 de diciembre de 1997, el Decreto del Milagro le abría las puertas definitivas para la beatificación. Y así, a solo veintitrés años y cinco meses de su muerte, el 10 de mayo de 1998 fue solemnemente beatificada en Roma por san Juan Pablo II y el 23 de abril de 2002, el mismo Sumo Pontífice canonizó solemnemente a la Madre Maravillas, en Madrid, el 4 de mayo de 2003, en una extraordinaria ceremonia, junto a San Pedro Poveda, San Jose María Rubio, Santa Genoveva Torres y Santa Ángela de la Cruz.


Santa Maravillas de Jesús