Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Sábado 2 enero 2021
Lectura: Jn 1,19-28.
A Juan Bautista los enviados desde Jerusalem le plantean: ¿Qué dices de ti mismo?
Ante el acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios, con todo lo que significa, con la misión con la que viene el Señor haciéndose uno como nosotros, hoy nos podemos plantear: ¿qué digo de mi mismo ante vocación a la que soy convocado por parte de Dios?
Juan lo tenía muy claro. No hay más que leer el Evangelio de hoy.
La gran revelación de Jesús es que somos auténticamente hijos de Dios. Él por puro amor, no porque lo merezcamos, nos hace hijos suyos. Por puro amor habita en nosotros, y nos llama a la plenitud. A la plenitud humana.
Mi experiencia, y como tal no es dogma de fe, sino que es mi vivencia, es que caminamos en una doble dirección: sabemos hacia donde vamos, que deseamos, cual es nuestra meta, pero tenemos nuestras limitaciones y fragilidades, que son muchas (¿cuántas veces caemos en sinsentidos, y a pesar de conocer el horizonte, caemos en enfados y limitaciones que crispan nuestras relaciones?) Y somos víctimas de ellas. Dirá San Pablo, el bien que quiero, no hago, y el mal que aborrezco, lo realizo.
No es cuestión ahora de que pensemos en el pecado. Es cuestión de darnos cuenta de nuestras inmadureces y carencias, y contar con ellas. Y saber que Dios nos sigue animando a caminar hacia la plenitud humana y divina.
¿Qué decimos de nosotros mismos? Qué somos llamados por el Señor a la plenitud, aquí en este mundo, lo mejor posible. Y en el otro ya en su totalidad.
Dios habita en nosotros. En la medida en que nos dejamos habitar por Él, caer en la cuenta de su Presencia, vamos viviendo nuestro ser más hondo y profundo, viviendo nuestra llamada a ser hijos de Dios. Y su Presencia lo llena todo de Amor.
José Luis, vuestro Párroco