Para leer el Evangelio: miércoles 6 enero 2021

Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.

Miércoles 6 de enero, Solemnidad de la Epifanía del Señor.
Lecturas: Is 60, 1-6, Sal 71, Ef 3, 2-6, Mt 2, 1-12.

Una fiesta entrañable, a pesar del envoltorio puramente comercial del que la han envuelto, unido también a envoltorios de sensiblería, motivaciones para comprar y comprar. No es que esté en contra de los regalos (son signos de cariño y amor hacia otra persona); lo que no me gusta que sólo sea el comprar y comprar la “única” forma de demostrar nuestro cariño hacia los demás. ¡¡¡Hay tantas formas de dar cariño y demostrarlo!!! Y especialmente a los niños que tanto cariño nos piden y nos dan.
Me gustaría fijarme hoy tan solo en una frase del Evangelio: “al ver la estrella, se llenaron de gran alegría”
Los Magos realmente se equivocan, y se equivocan mucho: van a Herodes, a un palacio, a una gran capital, a un rey fuerte y cruel…todo lo contrario del Dios hecho Niño, del lugar donde nace. Y, sin embargo, a pesar de sus muchas meteduras de pata, vuelven a ver la estrella, y acaban por encontrar al Señor. Dios puede sacar vida de nuestros continuos yerros. La estrella en mitad de la oscuridad, la luz en mitad de nuestras tinieblas, nos puede llenar de esa alegría que tan solo da el Señor, y que llena de paz nuestra vida. Gracias a la estrella, Dios mismo que brilla en la oscuridad, pueden descubrir presente al Señor en el ser más débil del mundo: un niño, un bebé.
Hoy podemos contemplar este pasaje evangélico leyéndolo una vez y otra vez. E imaginando la estrella en nuestra vida: Dios presente en nosotros nos indica dónde está, y nos llena de alegría, de su paz. Igual que los “Reyes Magos”, reconozcamos su presencia en nuestra vida, démosle gracias por que todo es un don suyo, y ofrezcámosle todo nuestro ser. Un don suyo, nuestro propio ser, que se transforma en don nuestro al ofrecérselo. Vivamos unidos con Él.

José Luis, vuestro Párroco