El camino que conduce al Señor, se sabe, pasa a veces por senderos muy sinuosos. Es el caso de san Juan de Dios, nacido como Juan Ciudad en un pequeño pueblo de Portugal y que dejó su casa a los 8 años para seguir a un clérigo, mostrando una vocación bastante precoz. Después de una vida llena de diversas aventuras, en 1537 se estableció en Granada.
En esta ciudad escuchó un sermón del místico Juan de Ávila y se sintió alcanzado como por un rayo. Anduvo pidiendo caridad para los pobres usando una fórmula especial de tres palabras: «Hagan bien hermanos». Al mismo tiempo, también comienza a practicar formas de penitencia bastante exageradas que le harán ser arrestado y terminar en un manicomio. Aquí Juan se acerca a los últimos de los enfermos, aquellos encerrados por las familias que quieren esconderlos y deshacerse de ellos. También ve los métodos inhumanos con los que son tratados y comprende que tiene que hacer algo, que debe estar cerca de estos desafortunados hermanos sólo porque Dios lo quiere.
Al final de su experiencia en el manicomio, Juan se fue con el obispo y ante él se comprometió a trabajar y vivir en favor de los que sufrían enfermedades y abandonos y a acoger en su comunidad a todos aquellos que hubiesen querido imitar su opción preferencial por los enfermos y abandonados. La Providencia le concedió dos hermanos: los tres llevaban un pobre hábito con la cruz y en 1540 fundaron el primer núcleo de la Congregación de los Hermanos de la Misericordia.
Pero Juan aspiraba a mucho más. Aunque no tenía conocimientos de medicina, estaba convencido de que los enfermos debían ser tratados de una nueva manera, escuchándo y satisfaciendo sus necesidades a varios niveles. Pudo fundar un primer hospital para obedecer estos dictados en Granada, y luego otro en Toledo. Al mismo tiempo se ocupaba de los huérfanos, las prostitutas y los desempleados.
Juan murió a la edad de 55 años en 1550: mientras estaba rezando, arrodillado, sosteniendo un crucifijo. No dejó ninguna regla escrita, pero ya su obra de caridad estaba en marcha y sus hermanos seguirán inspirándose en él. Cuarenta y cinco años después, sus enseñanzas serán codificadas en la Regla relativa a la nueva Orden Hospitalaria de san Juan de Dios, también conocida -con aquella expresión muy suya- de «Fatebenefratelli». Canonizado en 1609, fue luego proclamado Patrono de los enfermos y de los hospitales.
En nuestra parroquia tenemos muy cerca una escultura urbana, perteneciente al Hospital GM, que muestra el momento instantes antes de la muerte del santo. Es una magnífica obra del genial escultor Jacinto Higueras Fuentes, con la que obtuvo la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1920.