Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Martes semana XIII del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Mt 16, 13-19.
fiesta de los Santos Pedro y Pablo, Apóstoles.
Me encanta este día por la ternura que desprenden estos dos hombres. No es una ternura al uso, «normal» o meliflua, empalagosa.
Seguramente Pedro era basto, pescador, hombre de campo…un poco brutote. Y Pablo seguramente era apasionado, radical, con explosiones de carácter, difícil de relación… y sin embargo estaban completamente enamorados del que es puro amor, de Jesús. Se embarcan del todo en una tarea increíble.
Ambos tienen una profunda experiencia de fe. El Evangelio de hoy nos revela lo que debió sentir Pedro. Esa experiencia de fe no «anula» su psicología humana. Al contrario. Y, creo yo, aquí está su grandeza: cómo en nuestra limitada persona se hace presente la grandeza increíble de nuestro Dios, su gracia. Su presencia en seres tan limitados como nosotros.
Me gusta este pasaje evangélico: Pedro con su escaso saber y cultura sabe descubrir quién es Jesús: es el hombre abierto a Dios a la fe. Jesús lo reconoce: esto te lo ha revelado mi Padre del cielo.
Hoy se nos llama a ofrecer a Dios nuestra persona, nuestro ser, y a pedirle ser como estos dos grandes santos, personas que dejemos un lugar privilegiado en nuestra vida, dejar que Él sea el centro de nuestro existir.
Podemos visualizar este pasaje evangélico, introducirnos en él, y pedir ser como Pedro y Pablo, personas abiertas realmente al Señor.
Como ellos, estemos y vivamos con Dios.
José Luis, vuestro Párroco