Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Lunes de la semana III de Cuaresma. Ciclo B.
Lecturas: Lc 4, 24-30.
Un Evangelio muy curioso que nos invita a plantearnos qué hace falta para que el Señor se haga presente en nuestra vida. O más bien de cómo es nuestra acogida hacia Él.
Los paisanos de Jesús buscan signos admirables, «milagritos» que les admiren y asombren, que les entretengan.
Jesús plantea la escucha, la acogida de la Palabra, la aceptación de Dios sencilla y humilde. Por ello habla de dos profetas, Elías y Eliseo: son acogidos por dos personas que no buscan lo admirable, sino la acción de Dios en su vida. Y, además, son paganos, una Fenicia, y el otro sitio: no son de «raza», sino extranjeros. Pero acogen y se fian de la Palabra. Los profetas hablan en nombre de Dios, y Él es acogido a través de ellos.
Los nazarenos no son capaces de acoger ni de fiarse. Buscan entretenimiento.
Jesús es el hombre de la acogida, de la confianza en el Padre, y así hasta se puede enfrentar a todo un pueblo.
Hoy podemos contemplar al leer este Evangelio así a Jesús: el hombre que acoge la Palabra, y se fia del Padre.
Pidamos ir siendo como Él .
José Luis, vuestro Párroco