La iglesia en 12 semanas. 11: #VidaContemplativa

Vivimos un mundo lleno de ruido. Gente que corre de un lugar para otro, siempre con prisas, siempre tarde. Pero en este mundo, también existe un lugar donde la paz y el silencio son una forma de vida.

Los monasterios de clausura, hogar de monjas y monjes contemplativos, son espacios privilegiados para la oración y la reflexión.

Estos hombres y mujeres dedican sus vidas a la contemplación del rostro de Dios, pasando gran parte de su tiempo en oración, meditación y estudio.

Además de sus oraciones, su labor diaria incluye el trabajo manual, que realizan con amor y dedicación, ofreciendo cada tarea como una forma de servicio a Dios y al lugar en el que viven.

Su vida está marcada por la simplicidad y la entrega generosa a Dios, renunciando a las distracciones del mundo exterior para centrarse en su relación con Él.

A través de la lectura espiritual y la escritura, enriquecen su fe y comparten su sabiduría con el resto del mundo.

Su existencia, aunque silenciosa y apartada, es un faro de luz y esperanza. Sus oraciones diarias son un punto de apoyo fundamental para la misión de la Iglesia y de los cristianos.

En la quietud de sus monasterios, los monjes y monjas de clausura interceden por el mundo, ofreciendo cada momento de su día como un acto de amor y servicio a Dios y a toda la humanidad.

En su retiro, encuentran la paz verdadera y nos recuerdan que, en el silencio, también se escucha la voz de Dios.

La Vida contemplativa, un regalo de Dios para la Iglesia y para el mundo.

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