Este mes de junio, tradicionalmente dedicado a la devoción al Corazón de Jesús, el Pontífice invita a rezar “para que cada uno de nosotros encuentre consolación en la relación personal con Jesús, y aprenda de su corazón la compasión por el mundo”.
Símbolo del amor de Dios
Tradicionalmente, la Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, invitando a los creyentes a hacer suya la mirada de Cristo sobre la humanidad y a actuar con los sentimientos de su Corazón, sobre todo para aliviar el sufrimiento de los más débiles.
El Corazón de Cristo simboliza su centro personal, desde el que brota su amor por la humanidad: es el misterio del corazón de Dios que se conmueve y derrama su amor sobre todos los hombres y mujeres del mundo, de todos los tiempos.
Aunque la devoción al Corazón de Cristo ha estado siempre presente en la espiritualidad cristiana, tomó nuevo auge con las revelaciones a santa Margarita María Alacoque y su interpretación por parte de san Claudio de La Colombière SJ, en el s. XVII. El Papa Pío IX proclamó la fiesta del Sagrado Corazón en 1856; posteriormente, León XIII reforzó su importancia elevándola a solemnidad en 1889.
Buena muestra de la relevancia del Sagrado Corazón en la vida de la Iglesia se encuentra tanto en la devoción popular como en el hecho de que cuatro Papas le han dedicado una encíclica. León XIII, de quien el actual Pontífice ha tomado el nombre, escribió la Annum sacrum en 1899; en ella, consagra toda la humanidad al Corazón de Jesús. En 1928, Pío XI, en la Miserentissimum Redemptor, invita a reparar con gestos de amor las heridas causadas al Corazón de Cristo por nuestros pecados. Por su parte, Pío XII, en 1956, publica la Haurietis aquas, en la que profundiza en la base teológica de la devoción al Sagrado Corazón. Finalmente, el Papa Francisco, en 2024, escribe Dilexit nos y propone la devoción al Corazón de Cristo como respuesta a la cultura del descarte y la indiferencia.