El Papa escribe una Carta por el aniversario de la muerte del santo francés para proponerlo como «modelo de optimismo» para los cambios de época.
«No es casualidad que San Francisco de Sales haya sido llamado ‘doctor del amor divino’. No fue sólo porque escribió un magnífico tratado sobre este tema, sino sobre todo porque fue testigo de ese amor».
Escribió dos obras fundamentales: Introducción a la vida devota, pensada para los laicos y que abre de forma revolucionaria el camino de perfección a todos los estados de vida, y el Tratado del amor de Dios, en el que presenta un itinerario hacia Dios que nace de la inclinación de todo hombre a amar a Dios. Un visionario que recordó a los laicos que también ellos deben ser santos.
Para recordar la vida de este gran santo francés de la Iglesia, en este aniversario tan importante, el Papa Francisco ha publicado una carta titulada Totum amoris est. Un texto que propone a Francisco de Sales como modelo de apóstol en medio de una época de cambios, de espíritu de servicio y de entrega a los demás.
Nada pedir, nada rehusar
«Había llegado a Lyon después de su última misión diplomática (…). Cansado y con la salud deteriorada, el santo se había puesto en camino por puro espíritu de servicio. Finalmente, cuando llegó a Lyon se alojó en el monasterio de las Visitandinas, en la casa del jardinero, para no causar demasiadas molestias y, al mismo tiempo, ser más libre para encontrarse con quien lo necesitara», comienza diciendo la carta de Francisco.
Fue en esos últimos días cuando pronunció la expresión con la que posteriormente había querido que fuera sellada su memoria: «He resumido todo en estas dos palabras, cuando os he dicho: nada pedir, nada rehusar. No tengo más que deciros».
«No se trataba de un ejercicio de mero voluntarismo, ‘una voluntad sin humildad’, aquella sutil tentación del camino hacia la santidad, que la confunde con la justificación por medio de las propias fuerzas, con la adoración de la voluntad humana y de la propia capacidad, ‘que se traduce en una autocomplacencia egocéntrica y elitista privada del verdadero amor’. Mucho menos se trataba de un mero quietismo, de un abandono pasivo y sin afectos en una doctrina sin carne y sin historia. Nacía más bien de la contemplación de la misma vida del Hijo encarnado», afirma el Papa.
Para el Pontífice es conmovedora la atención del santo en reconocer el cuidado de lo que es humano como indispensable. «En la escuela de la encarnación había aprendido a leer la historia y a habitarla con confianza», apunta.
Francisco de Sales entendió que todo debía ser probado en el amor. «Recogiendo a manos llenas de la tradición espiritual que lo había precedido, había comprendido la importancia de poner constantemente a prueba el deseo, mediante un continuo ejercicio de discernimiento. El criterio último para su evaluación lo había redescubierto en el amor», comenta el Papa.
En sus últimos días en Lyon, en la fiesta de san Esteban, dos días antes de su muerte, había dicho: «El amor es lo que da valor a nuestras obras. Os digo más aún: una persona que sufre el martirio por Dios con una onza de amor, merece mucho, pues la vida es lo más que se puede dar; pero si hay otra persona que sólo sufre un golpe con dos onzas de amor tendrá mucho más mérito, porque la caridad y el amor son los que dan el valor a nuestras obras«.
«No es casualidad que san Francisco de Sales haya sido llamado por san Juan Pablo II ‘doctor del amor divino'», recuerda el Papa, y añade: «no fue sólo porque escribió un magnífico tratado sobre este tema, sino sobre todo porque fue testigo de ese amor. Por otra parte, sus escritos no se pueden considerar como una teoría redactada en un escritorio, lejos de las preocupaciones del hombre común. Su enseñanza, en efecto, nació de una escucha atenta de la experiencia», señala.
Deja intacta la libertad
«En la memoria del cuarto centenario de la muerte de san Francisco de Sales me he preguntado sobre su legado para nuestra época, y he encontrado iluminadoras su flexibilidad y su capacidad de visión (…). Ni él mismo hubiera llegado a imaginar que en esto reconocería una gran oportunidad para el anuncio del Evangelio. La Palabra que había amado desde su juventud era capaz de hacerse camino abriendo horizontes nuevos e impredecibles en un mundo en rápida transición», comenta el Papa.
Para el Santo Padre, el ejemplo de vida de Francisco de Sales es muy rico y actual. «Dios no nos atrae con cadenas de hierro, como a los toros y a los búfalos, sino mediante invitaciones, dulces encantos y santas inspiraciones, que son los lazos de Adán y de la humanidad, es decir, los propios y convenientes al corazón humano, que naturalmente está dotado de libertad(…). Por consiguiente, ninguna imposición externa, ninguna fuerza despótica y arbitraria, ninguna violencia. Más bien, la forma persuasiva de una invitación que deja intacta la libertad del hombre», apunta.
En este sentido, el Papa advierte: «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida», reconoce.
Pueden leer la Carta del Papa en la web de la Santa Sede: https://www.vatican.va
Y en el archivo pdf que adjuntamos: 20221228-totum-amoris-est