Desde el año de su canonización en prácticamente todas las imágenes se le representa con el lema:
TIEMETE DEUM ET DATE ILLI HONOREM
Se trata de una frase del libro del Apocalipsis, capítulo 14, versículo 7: “Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio”.
La explicación está en que San Vicente Ferrer llegó a convertirse en el profeta del juicio final y de la venida del Anticristo. En su proceso de canonización un testigo señala que “cualquiera que lo oyera predicar temblaba ante el divino juicio”. Según otro “a muchos los vio temer y temblar ante el juicio de Dios”.
No es de extrañar que el Santo creyera inminente el fin del mundo: la Iglesia atravesaba el terrible Cisma de Occidente, con tres Papas al mismo tiempo. Sin embargo, en el proceso de canonización los testigos también señalan que San Vicente tenía un carácter afable, era amable y optimista.
En su vida ajetreada supo sacar tiempo y serenidad para escribir. En su obra “Tratado de Vida Espiritual” se manifiesta como Maestro de Santidad. En él aconseja oración, silencio, pureza, obediencia, humildad, comprensión de los defectos ajenos, que hay que llevar a la espalda, para no fijarse en ellos, y tener presente los propios, así como también conocimiento de sí mismo, valor en las tentaciones, penitencia, paciencia en las pruebas y perseverancia en la oración.