Las adicciones son un problema creciente que afecta a millones de personas en todo el mundo. Estas pueden tomar muchas formas: desde sustancias como el alcohol y las drogas, hasta comportamientos como el juego, la pornografía o el uso excesivo de tecnología.
Las consecuencias pueden ser devastadoras. Afectan a quienes sufren la adicción, pero también de manera directa a sus familias, a sus amigos, a sus compañeros, al trabajo que realizan.
La Iglesia Católica considera las adicciones una anulación de la libertad y por tanto de la dignidad humana y ofrece caminos para la prevención y el apoyo a quienes se enfrentan a este desafío.
Para prevenir su aparición, a través de programas de educación, la Iglesia promueve la conciencia sobre los peligros de las adicciones, enseñando a las personas a tomar decisiones conscientes y responsables, coherentes con su dignidad.
Cuando el problema está ya presente, la cercanía de la comunidad cristiana es esencial. La Iglesia ofrece grupos de apoyo, consejo y acompañamiento espiritual, ayudando a las personas a encontrar esperanza y fuerza en su fe.
Este servicio de la Iglesia no solo se dirige a la recuperación física, sino también en la salud emocional y a la asistencia espiritual, que pueda promover una liberación definitiva de la adicción.
Las adicciones pueden ser superadas, y la Iglesia Católica está en ello, a través de personas e instituciones, para caminar en cada paso del camino.
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