Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario (Ciclo B)
Lecturas: Mc 13, 24-32.
Los contemporáneos de Jesús y de los evangelistas tenían puesta su seguridad en muchos factores. Entre ellos estaban las divinidades paganas: el sol, la luna, las estrellas…
Para los judíos, el equilibrio de la creación era también un punto de seguridad: Dios los ha creado así.
Cuando Jesús en este pasaje apocalíptico nos habla de que todo eso «se tambaleará» nos muestra algo muy propio de Él: su confianza no está en las divinidades paganas, no en el equilibrio cósmico, sino en Dios.
Tal vez no entendamos lo que nos pasa, y nos pueden ocurrir acontecimientos donde todo nuestro ser se tambaleé, pero para Jesús tan solo se puede encontrar seguridad y paz en Dios. Él mismo está a la puerta, y nos llama y nos pide entrar. El Señor vive así al Padre.
Hoy Él nos interpela donde está puesto nuestro corazón, donde ponemos nuestra seguridad. Y nos dice «la mía, en el Padre».
Estemos con Él.
José Luis, vuestro Párroco