Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Lunes semana IV del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Mc 5, 1-20
Me sorprende un detalle ínfimo, creo, pero que hoy me ha llamado la atención. Igual que el Evangelio de ayer, domingo.
El espíritu inmundo que posee hoy a ese hombre en la región de Gerasa, y ayer en la sinagoga de Cafarnaún, es a la vez uno y muchos. Singular y plural.
Efectivamente, el mal que oprime al ser humano es el Mal, manifestado de muchas muchas formas. Pero como elemento común es el Mal. Hay una realidad que hace que el hombre, la persona, viva de forma indigna, humillante, sin libertad. Ahoga al ser humano, le hace vivir entre sepulcros, y se lastima a su mismo.
Jesús, el Señor, es Aquel capaz de liberar y salvar al ser humano… El Único Salvador. ¿Somos capaces de acogerle?
Hoy se nos convoca a contemplar al Señor como el que nos salva, y a pedir tener capacidad de acogida al Señor. Qué los «riesgos» que conlleva nuestra liberación los asumamos porque vale la pena vivir en comunión, en unión con Aquel que es la fuente de la vida, el que rompe el Mal, lo que encadena al ser humano. Estemos con Él.
José Luis, vuestro Párroco