Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Martes semana XXI del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Jn 1, 45-51.
Día 24 de agosto, San Bartolomé, Apóstol.
Me gustaría leer despacio el relato de la vocación de Natanael, Bartolomé, y sentir lo que este hombre sintió ante aquel primer encuentro con Jesús.
En primer lugar, es convocado por otro Apóstol, Felipe, que ya ha conocido al Maestro, y se ha dejado «tocar» por Él. Digamos que está transmitiendo lo que siente; como un catequista, da testimonio de su fe.
En segundo lugar, hay una fuerte oposición por parte de Natanael: la mala fama de Nazareth le hace exclamar :»¿puede salir algo bueno de ese pueblucho?». Está exclamación nos puede hacer pensar cómo es el estilo de nuestro Dios: realmente se «abaja», y camina entre lo más miserable y pobre de nuestro mundo. Su pueblo, su aldea, un lugar de muy mala fama… como tantos hay en nuestro mundo.
Y en tercer lugar, el encuentro con Jesús: ¿qué estaría haciendo este buen hombre debajo de la higuera, para que lo considerase realmente un encuentro con Dios? Dios que mira en lo más hondo de nuestro interior, y descubre quién somos («un hombre en quién no hay engaño»)
Hoy podemos contemplar este encuentro, visualizar este acontecimiento, descubrir cómo Jesús se dirige al discípulo, escuchar su conversación, y saborear la respuesta de Natanael al verse descubierto.
Después también, podemos tener un pequeño encuentro con Jesús, conversar con Él, saber que nos mira a lo más hondo de nuestro corazón, y decirle con el Apóstol: «Tu eres el Hijo de Dios», con todo lo que ello nos significa.
Estemos con Jesús en silencio, saboreando su Palabra.
José Luis, vuestro Párroco