Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Miércoles de la semana II del Tiempo de Adviento. Ciclo C.
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María.
Lecturas: Gen 3, 9-15.20, Sal 97. Ef 1, 3-6. 11-12 y Lc 1, 26-38
Una verdad difícil de entender hoy en día.
No podemos olvidar la extraordinaria explicación de San Agustín acerca del pecado original. Pero es una explicación de acuerdo con las categorías y mentalidad propia de su tiempo. San Agustín, un gran teólogo, cristiano, místico y pastor. Un creyente extraordinario. Aunque fuera obispo.
¿Cómo entender hoy esta verdad de nuestra fe?
María, como cada uno de nosotros, nace en un mundo inmerso en el pecado. Y como nosotros, es tentada a participar de este pecado del mundo, en el cual ella vive. Igual que nosotros.
Pero, a diferencia de nosotros, ella sólo busco vivir y hacer la voluntad de Dios, a diferencia de nosotros. En mitad de múltiples invitaciones a participar del mal de nuestro mundo (muy apetecible: hedonismo, egoísmo, soberbia, vanidad, búsqueda del poder…) ella siempre eligió vivir abierta a la amistad con Dios . A diferencia de nosotros.
Hoy podemos leer el Evangelio desde esta perspectiva: María siempre eligió la alternativa de ser la amiga, la esclava como leemos en San Lucas, de Dios.
Podemos leer e imaginar este pasaje evangélico desde esta dimensión: María, la gran amiga de Dios, que responde al plan de Dios de configurar un mundo de hijos, y que es capaz de rechazar aquello que la aparta de Dios.
Deseemos ser como María.
José Luis, vuestro Párroco