El azul purísima

No, no es principalmente el color de un traje de luces, sino que fundamentalmente es el color litúrgico con el que celebramos en España la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Si bien en todas las celebraciones en honor de la Virgen se utilizan ornamentos blancos, en este día del 8 de diciembre, se puede utilizar en su lugar, ornamentos de color azul.

Esta posibilidad es un privilegio propio de la Iglesia de España, debido a la defensa que, tanto la Corona, como el pueblo español, siempre mantuvo de la fe en la Concepción Inmaculada de la Virgen, mucho antes incluso de que la Iglesia, por medio de Pío IX, declarará el dogma de fe. Este privilegio se extiende también a las naciones de Hispanoamérica, por la fuerte influencia de la Iglesia española en aquellas tierras.

Ahora bien, este color SÓLO puede utilizarse en este día y no sería litúrgicamente correcto usar estos ornamentos azules en otra celebración de la Virgen. El arte así representó a la Santísima Virgen, túnica blanca y manto azul-celeste, con la luna debajo de sus pies dejando establecida por los siglos la iconografía de la inmaculada.

Fue la visión de santa Beatriz de Silva sobre la Virgen la que influyó decididamente en la representación de la Concepción inmaculada de la Virgen: túnica blanca, envuelta en manto azul. Se enriqueció con los elementos de Apocalipsis, cap. 12: la luna a sus pies, las estrellas como corona; “para distinguirla de la Virgen ascendente de la Asunción, se la representa con los ojos dirigidos hacia la tierra, al tiempo que aquélla los tiene elevados al cielo donde Cristo la espera”.

El pintor Francisco Pacheco, suegro de Velázquez, en su obra póstuma Arte de la pintura (1649), establecerá muchos cánones pictóricos que se convertirán en clásicos. Sobre la Inmaculada escribirá: “Hase de pintar, pues, en este aseadísimo misterio, esta Señora en la flor de su edad, de doce a trece años, hermosísima niña, lindos y graves ojos, nariz y boca perfectísima y rosadas mejillas, los bellísimos cabellos tendidos, de color de oro; en fin, cuanto fuere posible al humano pincel… Hase de pintar con túnica blanca y manto azul… vestida de sol, un sol ovado de ocre y blanco, que cerque toda la imagen, unido dulcemente con el cielo; coronada de estrellas; doce estrellas compartidas en un círculo claro entre resplandores, sirviendo de punto la sagrada frente… Una corona imperial adorne su cabeza que no cubra las estrellas; debajo de los pies, la luna que, aunque es un globo sólido, tomo licencia para hecerlo claro, transparente sobre los países; por lo alto, más clara y visible, la media luna con las puntas abajo”.

Esta fue “la descripción de la Purísima Concepción… que más se divulgó en la pintura barroca. Con la Virgen en la flor de su edad, de doce a trece años, hermosísima niña, con bellísimos cabellos tendidos de color de oro, con túnica blanca y manto azul. A sus pies la Luna, apoyada en la curva convexa”

Los imagineros y pintores del Barroco español así representaron a la Inmaculada: Alonso Cano, Pacheco, Velázquez, Zurbarán, Ribera, Valdés Leal, Murillo, etc., llegando a ser una representación popular muy querida.

Por tanto, el color litúrgico azul-celeste está reservado para la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

No es el azul-celeste “el color mariano” o el “color de la Virgen”, sino el color del Misterio de la Concepción Inmaculada. Para las demás solemnidades, fiestas y memorias de la Stma. Virgen el color propio que hay que emplear es el blanco. Hemos de ajustarnos a las rúbricas y no a caprichos personales o gustos devocionales. El azul-celeste se reserva para la solemnidad de la Inmaculada Concepción, pero no es extensivo su uso a otros momentos. Pero es el Misal y sus rúbricas los que marcan el uso de los colores, que tiene su sentido y su adecuación al tiempo litúrgico y al misterio que se celebra.

Así, el color blanco (o dorado, tisú de oro, etc.) es el que se emplea para las fiestas y solemnidades de Nuestra Señora, y el azul-celeste se reserva exclusivamente para la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

(Texto tomado de diversas publicaciones del P. Javier Sánchez Martínez, sacerdote cordobés)