la fuerza de la oración

Ella lloraba por mi muerte espiritual, Dios mío,

con la fe que tú le habías dado,

y tú escuchaste su clamor.

La oíste cuando ella con sus lágrimas

regaba la tierra ante tus ojos;

ella oraba por mí en todas partes,

y tú oíste su plegaria…

San Agustín hablando de su madre, Santa Mónica,
ejemplo de  constancia en la oración.

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