Beato Álvaro de Córdoba (19 febrero)

 

El Beato Álvaro de Córdoba nació a mediados del siglo XIV, en Zamora. Los tiempos son difíciles; pasó la peste negra asolando Europa y dejando los conventos vacíos que luego intentaron llenarse con gente no preparada con lo que decayó la tensión religiosa. Eran tiempos de confusión y cisma, de mucha desobediencia y desunión entre la cristiandad y nace una crisis en el seno de la Iglesia, como consecuencia de la permanencia del Papado en Aviñón (Francia) durante varios años y la vuelta a Roma del Pontífice Gregorio XI . Hay tres tiaras; unos obedecen como legítimo al papa de Aviñón, otros al de Roma y otros al que está en Pisa. La corrupción de costumbres es un hecho generalizado; los pastores sestean. A Álvaro le duele el alma; predica, observa, reza y hace penitencia por la unidad tan deseada.

Álvaro ingresó en la Orden de Santo Domingo de Guzmán y llegó a ser durante unos años profesor en la Universidad de Salamanca, pero al nacer el siglo XV abandonó la cátedra, movido por la urgencia de apostolado. Recorrió las ciudades y caminos de España, Provenza, Saboya e Italia.

En una peregrinación a Tierra Santa quedó impactado en el corazón por el doloroso camino del Calvario recorrido por nuestro Señor. Deseoso de vivir una existencia en soledad y perfección donde poder templar el espíritu para un apostolado más provechoso, con el favor del rey D. Juan II de Castilla, del que era su confesor, pudo fundar, en mitad de Sierra Morena a tres millas de Córdoba, el famoso y observante convento de Sto. Domingo Escalaceli (Escalera del Cielo).

Para formar la nueva comunidad busca en diversos conventos a religiosos de espíritu austero y, como era devotísimo de la Pasión de Cristo a la que dedicó muchas de sus predicaciones, construyó el primer Via Crucis de Europa pues en el nuevo convento había varios oratorios que reproducían la “vía dolorosa”, por él venerada en Jerusalén.

Esta sagrada representación fue imitada en otros conventos, dando origen a la devoción tan bella del “Vía Crucis”, apreciadísima hasta hoy en la piedad cristiana. De noche se retiraba a una gruta distante del convento donde, a imitación de su Sto. Padre Domingo, oraba. También poseía el don de profecía y obró milagros. Murió el 19 de febrero de 1430, sepultado en su convento de Sto. Domingo Scala Coeli de Córdoba y Beatificado el 22 de septiembre de 1741 por el Papa Benedicto XIV.