¿Por qué confesarse? examinar nuestra vida

En ocasiones, es nuestra propia vida la que parece desviarse fruto de decisiones equivocada o simplemente de nuestras debilidades personales. Los cristianos somos afortunados ya que contamos con la posibilidad de volver a empezar. Esa posibilidad existe gracias a la bondad de poder acudir al sacramento del Perdón, para alcanzar la certeza de que Dios nos anima a volver a empezar.

En primer lugar, el examen se hace ante Dios, escuchando su voz en la conciencia de cada uno de nosotros.
Seguidamente tómate unos minutos para el examen de conciencia diario.
Pide la ayuda del Espíritu Santo
Terminar con un acto de arrepentimiento y un propósito de mejora.

El fin del examen no es angustiarse con las culpas sino reconocerlas con sinceridad y confianza en Dios para luego acudir al sacramento de la confesión.

Vemos nuestras faltas en relación con:
Diez mandamientos.
Siete pecados capitales.
Defectos de carácter.
Dones que Dios nos ha dado para servirle.
Las responsabilidades de nuestra vocación.

El Papa Francisco nos propone estas reflexiones:

No es siempre fácil confesarse: no se sabe que decir, se cree que no es necesario dirigirse al sacerdote…
Tampoco es fácil confesarse bien: hoy como ayer, la dificultad más grande es la exigencia de orientar de nuevo nuestros pensamientos, palabras y acciones que, por nuestra culpa, nos distancian del evangelio.
Es necesario «un camino de auténtica conversión, que lleva consigo un aspecto “negativo” de liberación del pecado, y otro aspecto “positivo” de elección del bien enseñado por el Evangelio de Jesús.
Este es el contexto para la digna celebración del sacramento de la Penitencia.


El camino a recorrer, comienza por la escucha de la voz de Dios y prosigue con el examen de conciencia, el arrepentimiento y el propósito de la enmienda, la invocación de la misericordia divina que se nos concede gratuitamente mediante la absolución, la confesión de los pecados al sacerdote, la satisfacción o cumplimiento de la penitencia impuesta, y finalmente, con la alabanza a Dios por medio de una vida renovada.


«El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerde, tras examinar cuidadosamente su conciencia. La confesión de las faltas veniales, está recomendada vivamente por la Iglesia». (Catecismo de la Iglesia Católica, 1493)

El examen de conciencia consiste en interrogarse sobre el mal cometido y el bien emitido: hacia Dios, el prójimo y nosotros mismos.

En relación a Dios
¿Solo me dirijo a Dios en caso de necesidad?
¿Participo regularmente en la Misa los domingos y días de fiesta?
¿Comienzo y termino mi jornada con la oración?
¿Blasfemo en vano el nombre de Dios, de la Virgen, de los santos?
¿Me he avergonzado de manifestarme como católico?
¿Qué hago para crecer espiritualmente, cómo lo hago, cuándo lo hago?
¿Me revelo contra los designios de Dios?
¿Pretendo que Él haga mi voluntad?

En relación al prójimo
¿Sé perdonar, tengo comprensión, ayudo a mi prójimo?
¿Juzgo sin piedad tanto de pensamiento como con palabras?
¿He calumniado, robado, despreciado a los humildes y a los indefensos?
¿Soy envidioso, colérico, o parcial?
¿Me avergüenzo de la carne de mis hermanos, me preocupo de los pobres y de los
enfermos?
¿Soy honesto y justo con todos o alimento la cultura del descarte?
¿Incito a otros a hacer el mal?
¿Observo la moral conyugal y familiar enseñada por el Evangelio?
¿Cómo cumplo mi responsabilidad de la educación de mis hijos?
¿Respeto a mis padres?
¿He rechazado la vida recién concebida?
¿He colaborado a hacerlo?
¿Respeto el medio ambiente?

En relación a mí mismo
¿Soy un poco mundano y un poco creyente?
¿Cómo, bebo, fumo o me divierto en exceso?
¿Me preocupo demasiado de mi salud física, de mis bienes?
¿Cómo utilizo mi tiempo?
¿Soy perezoso?
¿Me gusta ser servido?
¿Amo y cultivo la pureza de corazón, de pensamientos, de acciones?
¿Nutro venganzas, alimento rencores?
¿Soy misericordioso, humilde, y constructor de paz?

Oración como acto de contrición
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y confío en que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis pecados, y me has de llevar a la vida eterna.


En 2015, se entregó en la Plaza de San Pedro el folleto especial titulado “CUSTODIA EL CORAZÓN”. Contiene importantes oraciones y recursos para la reflexión personal y familiar.