Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Viernes de la octava de Pascua.
Lecturas: Jn 21, 1-14
Me sorprende la actitud de Jesús en este relato pascual: es Jesús quién no deja de acercarse.
Primero, se da la escena en Galilea: el lugar donde comenzó todo, la patria chica de los Apóstoles, su casa, su hogar, donde se refugian ante el fracaso de la cruz.
Jesús se acerca a su lugar de trabajo, al lago, se dirige a ellos, les insiste en que pesquen, les invita a almorzar. Es siempre Él quien toma la iniciativa.
Hoy podemos contemplar así a Jesús: Él se acerca a nuestro entorno, a nuestra vida, a nuestro hogar, se dirige a casa uno de nosotros, nos invita a participar de su comida, de su mesa, a compartir con Él su vida, y la nuestra, nos dice: «ven, ponte a almorzar…»
Sentir al Señor muy cercano, más íntimo que nuestra más íntima intimidad, al que no le importan nuestros fracasos ( ni nuestro pecado), y que no deja de acercarse.
Sentirle así, muy muy cercano a cada uno. Sentirle en nuestro ser. Contemplar este Evangelio, y darnos cuenta de que hoy se dirige a cada uno como se dirigió a aquellos discípulos. A ti. A mí.
José Luis, vuestro Párroco