Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Jueves de la semana II del Tiempo de Adviento. Ciclo C.
Lecturas: Mt 11,11-15
Un texto difícil, para leerlo despacio y asumir lo que nos revela.
Por un lado nos habla de la grandeza de Jesús: Juan Bautista es un gran hombre, un hombre de Dios, aunque aún no ha pasado a la gran revelación del rostro del Padre manifestado en el Hijo. De ahí que el Señor mantenga que es el más grande, pero aún le falta algo. Lo aceptará más adelante, cuando conozca al Mesías por medio del testimonio de los discípulos que él mismo va a enviar a Jesús.
Por otro lado, Jesús mismo nos invita a aceptar la enseñanza de Juan: la capacidad de acoger al que viene, de escucharle. Juan tiene por misión preparar un pueblo bien dispuesto a la acogida.
Y, por último, aceptar el plan o proyecto de Dios, aunque siempre habrá fuerzas del mal que vayan contra ese proyecto.
Hoy se nos convoca por medio de este Evangelio, para mi complicado, a descubrir y sentir la presencia del Mesías anunciada por Juan, camino que el mismo Bautista tendrá que recorrer, a descubrir la grandeza del mismo Jesús, Misterio de Dios hecho uno como nosotros, y volver a descubrir que aunque las fuerzas del mal atentan contra el plan de Dios, Él sigue empeñado en proponernos su Reino como plenitud de vida para cada ser humano.
Hagamos silencio interior, leamos este pasaje evangélico, estemos con Él. Qué Él nos llene con su Presencia, con su gracia.
José Luis, vuestro Párroco