El dolor desde el punto de vista de la Virgen María

Viernes de Dolores es el nombre que recibe el viernes anterior al Viernes Santo. En él se reflexiona sobre el sentido del sufrimiento y el dolor que Nuestro Señor va a padecer en la Pasión, que ya está próxima.

La piedad cristiana ha consagrado ese día a la memoria de los dolores que la Virgen María sufrió al pie de la cruz. Es una conmemoración impregnada de belleza de devoción mariana que ayuda a prepararse para la Semana Santa.

En siglo XV, en 1423, un arzobispo de Colonia, Teodorico de Meurs, introdujo esta fiesta en su Iglesia por un decreto sinodal y esta devoción se fue extendiendo hasta que en 1727 fue inscrita por Benedicto XIII en el calendario de la Iglesia Católica.

No comprendemos el dolor, a la mínima que se tuercen nuestros planes culpamos a Dios y le echamos en cara nuestro sufrimiento. Delante de la incertidumbre exigimos a Dios a que se pronuncie, pero paradójicamente nos ocurre que, cuando se muestra, nos increpa de tal forma que también nos enfadamos.

Dios molesta siempre, y hay que matarlo porque no es la respuesta que esperamos a las preguntas que nos hacemos en el dolor.

Los judíos vivían bajo la opresión de los romanos, esperaban su Mesías y cuando vino le acusaron de blasfemo porque les decepcionó.

El Evangelio narra cómo los judíos estaban cada vez más decididos a acabar con Cristo: le acusaron de blasfemo, le intentaron apedrear y Él respondió:

Muchas obras buenas de parte del Padre os he mostrado.
Por cuál de esas obras queréis apedrearme?   
JN 10, 31

El Señor ha hecho maravillas en ti, ha abierto los oídos a los sordos, ha sanado heridas, los mudos hablan y los ciegos ven.

Durante la Cuaresma hemos visto sus obras y su amor infinito: la curación del ciego, la resurrección de su amigo Lázaro. ¿No ves cuán grande es su amor? ¿No ves que durante la Cuaresma también está obrando un milagro en tu corazón?

En vez de dedicarte a apedrearle y cargarle las espaldas culpándole por todo lo que estás sufriendo, ¡ve a hablar con María!

Durante la vida pública de Jesús, seguro que los apóstoles tendrían momentos en los que Jesús “les molestaba” porque no entendían lo que hacía. Le amaban, pero seguramente cuchicheaban de mal humor cuando habían tenido una mala pesca, cuando se reían de ellos otros judíos, cuando se pasaban horas rodeados de gente enferma que quería ver a Jesús… Puede que alguna vez los apóstoles pensaran: “¿Qué sentido tiene que pasemos por esto? Jesús podría hacer algo para que no sufriéramos… mejor dicho, es culpa suya, podría haberlo evitado…”.

En estos momentos les debió salvar la Virgen María. Ella les acompañaría, sería como una madre para los amigos de su Hijo. Ellos se acercarían a preguntarle y Ella sería el reflejo de, incluso en los momentos de sufrimiento, permanecer con la confianza en Dios.

En la oración colecta del Viernes de Dolores se dice:

Oh Dios, en cuya Pasión fue traspasada de dolor el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre María, según se lo había profetizado ya Simeón; concédenos propicio, que cuantos venerando sus Dolores, hacemos memoria de ellos, consigamos el feliz efecto de tu sagrada Pasión. Tú que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.
ORACIÓN COLECTA 5º VIERNES DE CUARESMA (VIERNES DE DOLORES)

Mirar a María es la única manera de no desfallecer ante el tormento, ante la angustia y la incertidumbre. En el Calvario se produce el mayor acto de amor de la historia y está lleno de dolor. Es incomprensible para los discípulos mirar a su Maestro, Aquel que dijo que era la Vida, colgar muerto de un madero rodeado de gente que le insulta y le humilla. No hay nada de belleza en lo que ocurre, ni de paz o compasión. Ante los ojos del mundo, solo es un hombre fracasado y el sufrimiento parece tener la última palabra.

Sin embargo, la Virgen María acompaña a su Hijo en el dolor y no pierde la esperanza, pues sabe fiarse. La Encarnación del Verbo se produce después de su consentimiento, al pronunciar el solemne Fiat que salvó al mundo. Y 33 años más tarde del “hágase tu voluntad” renueva esa entrega, sabe que su corazón va a ser traspasado de sufrimiento al ver como matan a su Hijo inocente, ofrece todo ese sufrimiento como ofrenda expiatoria al Padre para la salvación de todos nosotros, a quienes acoge como hijos.

 Junto a la cruz de Jesús estaba de pie su Madre…    JN 19, 25

De ahí que podemos decir que cooperó con Jesucristo, en calidad de Corredentora, a la salvación del género humano.

La festividad del Viernes de Dolores nos invita a aceptar los sufrimientos e incertidumbres del día a día para purificar nuestro corazón y corredimir con Cristo.

Pero nos enseña a hacerlo de la mano de la Virgen, aprendiendo de Ella a unir los males que podamos sufrir a la Cruz redentora de su Hijo para convertirlos en un bien para nosotros mismos y para toda la Iglesia.

Debemos acogernos al manto de Santa María en demanda de auxilio y de consuelo cuando sintamos que la carga se nos hace demasiado pesada.

 No hay lugar más cercano al Corazón de Jesús que en el sufrimiento.
(santa Margarita María de Alacoque)

No debemos olvidar que la batalla ya la ha ganado Cristo, que ha resucitado y que ha dado muerte a la muerte para que vivas para siempre.

Ofrece tu sufrimiento actual, tu cruz, en acompañar a la Virgen María y a Cristo en el Calvario. Eso es de una belleza inconmensurable, pues la reparación de su Sagrado Corazón es la mejor solución para el dolor.


Texto escrito por Guadalupe Belmonte en: FOCUS by Cathopic