Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Jueves IV del Tiempo Ordinario.
Día 2 de febrero, fiesta de la Presentación de Jesús en el templo.
Lecturas: Lc 2, 22-32.
Me gusta hoy contemplar cómo el Señor se revela a través de esta narración.
Jesús, en la persona de sus padres, se muestra aceptando la costumbre propia de su tiempo: el primogénito es dedicado a Dios. María y José consagran, dedican, el niño a Dios. Jesús se somete a la norma, a la ley, a la costumbre, a la forma de relacionarse el hombre con Dios en aquel momento. Nada de prepotencias ni prerrogativas. Jesús, un Dios humilde.
Y un hombre bueno, Simeón, lleno de Espíritu, sabe ver en un bebé la presencia salvadora de Dios. Un bebé, el ser humano en su total debilidad y dependencia, es la salvación de Dios para el mundo.
Simeón presentará a Jesús como el Dios fiel, la luz, el Salvador para todos, el mejor fruto, hijo, del pueblo elegido, de Israel.
Podemos hoy leer este pasaje, imaginarlo y visionarlo, y saborear los apelativos que este pasaje dedica a Dios. Estemos con Él.
José Luis, vuestro Párroco