San Simón y San Judas, apóstoles (28 octubre)

Fiesta de san Simón, llamado Cananeo o Zelotas, y san Judas, llamado Tadeo o hijo de Santiago; ambos apóstoles. Judas Tadeo, en la última Cena preguntó al Señor acerca de su manifestación, recibiendo esta respuesta: «El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión en él».

El 28 de octubre se celebra en toda la Iglesia universal la fiesta de estos dos apóstoles del Evangelio. Cuando se habla de los santos Simón y Judas Tadeo se entra en una dimensión íntima del Evangelio, en la que Jesús-Dios muestra su dimensión de Jesús-hombre. Porque los santos Simón y Judas Tadeo son dos de los Apóstoles menos conocidos, cuando, paradójicamente, se cuentan entre los más próximos al Maestro, pues son dos de sus primos. La tradición es bastante cierta en el caso de Judas Tadeo, ya que de las Escrituras se deduce que su padre, Alfeo, era hermano de San José; mientras que su madre, María de Cleofás, era prima de la Virgen. Por lo que se refiere a Simón, en cambio, no existen certezas pero si intuiciones de su cercanía familiar.

Muchos rostros, un Apóstol
El Evangelio cita a Simón como el décimo Apóstol, precisamente delante de Judas Tadeo. Este es el único dato cierto. Muchos identifican a Simón con el homónimo primo de Cristo, hermano de Santiago el menor. Los bizantinos lo identificaron con Natanael de Caná, el mayordomo de las bodas de Caná.

Simón Cananeo pertenecía al grupo formado en Israel. Se llamaban los “zelotes”. Su fin era trabajar duramente contra la invasión romana en su país. Sin embargo, la escucha de la palabra de Cristo fue para él el descubrimiento a la universalidad del amor de Dios.

Judas, el discípulo fiel
Hubo dos Judas que siguieron a Jesús, de los cuales Tadeo es el menos conocido, al llamarse igual que el traidor.

Judas Tadeo se ha convertido en uno de los santos más populares por los favores que concede a la gente en lo concerniente a la búsqueda de trabajo. Esta devoción la vivió ya en su vida santa Brígida. Se puede leer en su libro “Las revelaciones” el profundo respeto y devoción por este apóstol del siglo I de nuestra era.

San Judas escribió poco. Tan sólo una Carta suya se encuentra en la Biblia. La finalidad de su escrito era una crítica severa contra los gnósticos, una herejía que separa lo físico de lo espiritual. Lo físico o corporal es malo, y el espiritual es el bueno. Y los dos provienen mediante emanaciones del mismo Dios. Su Carta termina con estas palabras: “Sea gloria eterna a nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de pecados, y sin mancha en el alma y con gran alegría”.

¿Por qué razón celebran la fiesta el mismo día?
Cuenta la tradición que los dos iban siempre juntos en su fecundo apostolado.

Cuando los Once salieron de Jerusalén para anunciar el Reino de Dios en otras tierras, Judas Tadeo pasó por Galilea y Samaria para dirigirse, con el paso de los años, a Siria, Armenia y la antigua Persia. En esta zona encontró a Simón. La predicación de ambos llevó al bautismo a miles de babilonios y de personas de otras ciudades.

Pero como siempre, el Evangelio suscita seguidores y enemigos, y a los dos Apóstoles les llegó la hora de ofrecer el supremo testimonio. Fueron arrestados y llevados ante el Templo del sol, donde se les ordenó dar culto a la diosa Diana, renegando a Cristo. Se narra que Judas Tadeo rechazó esta orden y declaró como falsos los ídolos paganos; y que en ese mismo instante, dos demonios horribles salieron del templo, destruyéndolo. La gente que asistía a la escena, asustada, se abalanzó con ferocidad sobre los dos apóstoles, que fueron asesinados brutalmente. Sus reliquias se custodian en la Basílica de San Pedro.

Los dos murieron martirizados de forma cruel. San Fortunato de Poitiers afirma que Simón y Judas Tadeo fueron sepultados en Suanir, ciudad persa en la que padecieron el martirio. Según la tradición, es casi seguro que en esta zona del mundo Simón, llamado “el zelote” o “el cananeo” por los evangelistas Mateo y Marco, emprende el camino de evangelizar con su compañero de misión y de destino.